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Mostrando las entradas de 2023

PRIMAVERA

El primer registro fósil de una flor data de 140 millones de años, la humanidad existe hace 140 mil, y nosotros hace 40.  A las plantas volverse "impermeable" como estrategia de adaptación, la desarrolló hace 400 millones de años. Nosotros adaptarnos al mundo no aprendimos, nuestros cuerpos adaptarse entre sí, un minuto. Veinte de septiembre y el cielo gris se posiciona en mi ventana, la insistencia de las nubes para entrar y arrastrarme a su tristeza inclemente, un poco me gusta como intentan engañarme con su melancolía, pues, ellas saben de mí. Abriré las ventanas para que pueda entrar la brisa helada así de a poco nos despedimos de sus últimos días de protagonismo para entregarle su imperio a ella, la primavera. Escribiré antes de que se me congelen los huesos y también las ganas, voy a esforzarme por no dramatizar y solo entregarte lo bueno porque sé –que de todas formas-  estarás ahí para abrigarme con tus brazos y que se sentirá como una taza de café por la mañana.

SALIDA

“Sentirme encerrada, sin miedo a la sangre, sin tiempo ni magia, dentro de tu mismo miedo, y dentro de tu gran angustia, y en el mismo ruido de tu corazón”.   Frida Kahlo  Llueve, y a diferencia de la mayoría, la tarde no me seduce a quedarme en casa. Pasan las horas y el cielo y la tierra se enfrentan en una batalla que empapa las calles, veredas y parques. La gente huye despavorida refugiándose en pequeños toldos o cualquier objeto en mano que los proteja de esta ofensiva. Y ahí, en medio de todo ese caos estoy yo, sin armas ni escudo, rendida a cualquier ataque, convencida de que nada podía herirme porque, mi cuerpo ya lo estaba. Camino sola por las callecitas de Buenos Aires, con la arrogancia del viento pero solitarias y tranquilas, salvo por algún coche estallando en algún charco, camino como puedo hasta mi médico que, no me esperaba, ni yo a él, y nuevamente la profunda decepción conmigo misma, por no estar a la altura de la vida una vez más, por fracasar aun acostumbrada a no

CASI CUARENTA

El tiempo no sabe de espera y su método sigue siendo el mismo, nueve cero seis de la mañana y de nuevo la misma pregunta ¿Cuándo  fue que crecí hasta los casi cuarenta? ¿Cuándo fue que el sistema me mantuvo tan cerca? La anestesia debería ser de venta libre, me urge parar el tiempo, cerrar algunas ventanas para obligar a mi mente a olvidar hacer muchas cosas con tan poco tiempo. Sigo en la misma línea aunque un poco más rendida –o, adaptada- a estos tiempos poco favorables. Casi cuarenta y aun discrepo del concepto de felicidad, pero ya no me incomoda. Sigo extrañando la soledad y por alguna extraña razón siempre estoy buscando de manera inconsciente esa anestesia barata. Las cosas que odié de mi infancia, ahora las extraño. Extraño no saber que tenía que encontrarle un sentido a la vida, pues, ya lo sabía todo.  Casi cuarenta y odio el poder que tiene la rutina de engañarnos y hacernos creer que no necesitamos nada más, el poder que tiene de reprimir y esconder nuestros verdaderos

MINIMALISMO

Al costado, casi al límite del colchón con el suelo, así duermo, y no es por no tener una cama suficientemente grande para dos cuerpos y que entran tres. Pero es mi forma de dormir. Ese pedacito, absurdamente incómodo –para muchos- a mí me alcanza.  Con los años creé una preciosa envoltura para mi cuerpo, y después de atornillarme los huesos, necesito menos y me amo un poco más. Aprendí a visibilizar a través de las diferentes ventanas el movimiento de la vida, me despojé de toda la ropa que llevaba en las valijas, mi humanidad solo continua con la vida sin una sola idea de hacia dónde va, pero con la certeza de quien quiere que la acompañe, no boicotearme y escuchar más seguido a mi voz interior, soltando y en continuidad. Una vida de levantarme en todas las horas de las madrugadas que no quise, a veces sintiendo que se paraba mi cuerpo y otras veces que mi alma se salía a vomitar de lo insoportable que le parecía la mente, ambas tuvieron que calmarse para volver a convivir. El dilem

HEDONISTA

  La corona de laureles de la victoria acaban de ponerse en las cabezas de los dioses que dirigen el tiempo, estoy ahí a la par tuya resplandeciendo, tomas mi mano con suavidad y fuerza me sigues sonriendo cuando todos los ojos están puestos encima de los dos, nadie puede detener la cara de un hombre enamorado. Agarro tu cuerpo con dureza, te beso mientras envío la cura a los días oscuros y dejo atrás aquella frustración de no tener un camino. No quiero volver a sentirme sin ninguna dirección, quiero despertarme en las mañanas con la luz del sol resplandeciendo entrando desde nuestra ventana, quiero sentir tu cara mirándome cerca, tus brazos acorralándome hacia tu cuerpo. No dependen mis días buenos de otro ser -eso lo tengo claro- pero, no puedo evitar sentir que por hoy lo único que necesito para poder sentirme viva es este hedonismo ambiguo que se mezcla con la empatía de nuestros cuerpos.