Ella suspiró tan hondo y hacía tanto frío, que se le congeló el corazón y desde ese momento, cada lágrima le quebraba el alma. Cada noche intentaba respirar olvidando el dolor de sus ojos y moría cada día al despertar. Hielo mas hielo que quemaba. Y apareciste… Podría darte las gracias por cada vez que me hiciste sonreír, por cada lágrima que me secaste, por los empujones al vacío para aprender a volar… pero nada de eso sería suficiente. ¿Dolor? ahora no tenemos que hablar de dolor, si lo hacemos bien no habrá despedidas. Y pensar que una vez me deseaste el rincón más calentito del infierno por ser como soy.
si no sabes adonde vas, cualquier camino sirve