La corona de laureles de la victoria
acaban de ponerse en las cabezas de los dioses que dirigen el tiempo, estoy ahí
a la par tuya resplandeciendo, tomas mi mano con suavidad y fuerza me sigues
sonriendo cuando todos los ojos están puestos encima de los dos, nadie puede
detener la cara de un hombre enamorado.
Agarro tu cuerpo con dureza, te beso mientras envío la cura a los días oscuros
y dejo atrás aquella frustración de no tener un camino. No quiero volver a
sentirme sin ninguna dirección, quiero despertarme en las mañanas con la luz
del sol resplandeciendo entrando desde nuestra ventana, quiero sentir tu cara
mirándome cerca, tus brazos acorralándome hacia tu cuerpo.
No dependen mis días buenos de otro ser -eso lo tengo claro- pero, no puedo
evitar sentir que por hoy lo único que necesito para poder sentirme viva es
este hedonismo ambiguo que se mezcla con la empatía de nuestros cuerpos.
si no sabes adonde vas, cualquier camino sirve