“Sentirme encerrada, sin miedo a la sangre, sin tiempo
ni magia, dentro de tu mismo miedo, y dentro de tu gran angustia, y en el mismo
ruido de tu corazón”.
Frida Kahlo
Llueve, y a diferencia de
la mayoría, la tarde no me seduce a quedarme en casa. Pasan las horas y el
cielo y la tierra se enfrentan en una batalla que empapa las calles,
veredas y parques. La gente huye despavorida refugiándose en pequeños toldos o
cualquier objeto en mano que los proteja de esta ofensiva. Y ahí, en medio de
todo ese caos estoy yo, sin armas ni escudo, rendida a cualquier ataque, convencida de que nada podía herirme porque, mi cuerpo ya lo
estaba.
Camino sola por las
callecitas de Buenos Aires, con la arrogancia del viento pero solitarias y tranquilas,
salvo por algún coche estallando en algún charco, camino como puedo hasta mi
médico que, no me esperaba, ni yo a él, y nuevamente la profunda decepción
conmigo misma, por no estar a la altura de la vida una vez más, por fracasar
aun acostumbrada a no ganar. Porque en la vida para saber ganar, también hay
que saber perder y ya vamos ochenta a cero.
Mis huesos siguen enfermos, y
mi alma se rinde poco a poco a su compás. Sentir que todo es en
vano, sentir que soy más fuerte y al rato morir de fragilidad, de dolor, de
cansancio.
La veo a ella y su arte,
la miro a Frida y su columna rota en otro tiempo, en otra tierra pero con su arte
intacto y entonces pienso acerca de la existencia de los vínculos entre
sufrimiento y arte, entre enfermedad y creación o entre la productividad y los
vaivenes anímicos. Musa que abrasa cuando la
persona transforma en color su dolor.
Pero qué pasa cuando el
dolor no es emocional sino físico? Hay musas del dolor para eso? O solo pueden
transformarse en creación cuando la anestesia cede y cuando el dolor amaina?
Yo, -querida Frida- no siento las musas del arte. El dolor de los huesos es
enemigo de la libido. Mientras persiste, la paz no llega.
Y me quedo con esta frase de ella, que no motiva ni indigna, pero hoy me identifica
“Espero que la salida sea alegre y espero no volver
jamás”