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ABSTRACTO

Lo que no entiende el mundo es que para algunas personas el amor –a veces- se convierte en una barrera infranqueable y que no se trata de un capricho, ni tampoco de maldad, es simplemente un recurso para no sentirse vulnerables. Se establecen relaciones simultáneas por el mismo miedo que se tiene a ser abandonado y las relaciones se vuelven una montaña rusa de emociones con subidas y bajadas constantes. Ahora, imaginemos que ésta persona -que huye del mundo constantemente- fría y adormecida como una piedra en el fondo del mar, encontró su lugar. 

Una taza humeante, con el mensaje grabado de «hoy todo irá bien», la espera sobre la mesa de luz. Ella está absorta en sus pensamientos, que divagan adormilados entre recuerdos de la noche anterior, caliente y desbocada. Envuelta en una sábana recorre la habitación juntando restos de su vestuario, el cabello revuelto cayendo sobre su rostro; y unas gotas de perfume perdidas en el escote, lo ve pasar, a él, dejando atrás la puerta del pasillo para marcharse. Para no volver, quizá. Como hicieron otros. Ella suspira. Sin lamentos. Ya está acostumbrada al todo y la nada. A la cara y la cruz. A una pasión sin amor que da rienda suelta a un instinto carnal sin sentimientos ni compromisos. Que prende como un incendio y se apaga asolado por la marea.

Y entre el ruido de sus pensamientos se escuchan pisadas que vuelven. Las de él. Se frena a su espalda y con los brazos la rodea. Ella se queda varada, como un velero amarrado a puerto. Esperando. Él se avanza pero con lentitud, sumerge la nariz entre sus cabellos y la besa en la nuca. Apenas un roce de labios y allí se queda. Impasible. Con el pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración. Ella mira el reloj, en una interpretación errónea de mujer mal amada «no hay tiempo, debes irte, llegaré tarde», susurra. «No pretendo nada, solo quería sentirte un poco más», le contesta él, con la boca en su oído, piel con piel. Ella se estremece y cierra los ojos, convirtiendo ese último beso en un recuerdo único, privilegiado. En un recuerdo que se repite a pesar de los años, día a día, como si se tratara siempre del primero, pero con otro mensaje impreso, el de su nombre, y la muerte de todos sus miedos.