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LOS MÁS FELICES

“Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. Voltaire

Más allá de que sea un cliché cultural acentuado por las redes sociales, la música de moda, las películas, los libros de auto-ayuda, las sectas y los coloquios de superación personal. Todo, pero todo en este mundo está diseñado para celebrar la felicidad.
¿Pero qué mierda es la felicidad?
Por un lado nos encontramos con que la felicidad debe, idealmente, demostrarse e inmortalizarse rápidamente en una fotografía, exponiéndonos a una especie de competencia para ver quién es más feliz o, a una angustia ante la naturaleza pasajera de dicho estado, lo cual exige sonreír, y los que sonríen más grande, automáticamente obtienen la distinción de “los más felices”.
Por otro lado, está comprobado que contemplar la felicidad ajena en las redes genera depresión, what?. Y ¿qué pasaría si un día simplemente no estoy con ánimo de vivir momentos felices y prefiero, por ejemplo, entregarme a la nutritiva elegancia de la melancolía?
Entonces, me cuesta creer que la felicidad es un estado externo, asequible y contemplable.
Creo que la felicidad corresponde más a un estado efímero que por momentos sube y, como tal, tendrá que bajar. De hecho, Dostoievsky advertía que la felicidad es eso que experimentamos tras un encuentro con lo más profundo de la infelicidad, mientras que Jung afirmaba que, sin momentos de tristeza, la felicidad pierde cualquier sentido.
Así que, invito a todos a reflexionar sobre las maravillas de los otros estados, por ejemplo, la melancolía o, por qué no, la tristeza. 
Se sabe, que las mejores obras de arte pertenecen a los locos, a las almas confundidas y a los rotos, pero si no les sale, sigan sonriendo (para la cámara).