“Sólo el latido unísono del sexo y el
corazón puede crear éxtasis”
Anaïs Nin
Acurrucada aún con vestigios de un sueño reparador, mi cuerpo
desnudo envuelto en la suavidad de la cama ya desecha, una extraña música colándose
entre mis delirios oníricos y devolviéndome nuevamente a la vida. Te miro.
Consciente del desvelo y sin querer abrir los ojos para no
perder el hilo de la historia, me concentré en
descifrar cada nota de tu cuerpo con mis dedos, y lentamente con mi lengua. Intentas
despertar, pero te hundes cada vez más, te entregas y yo no me detengo, todo
parece guardar cierta coherencia rítmica, el resto lo completa mi
imaginación.
La estrepitosa luz del amanecer queriéndose asomar por la
ventana, tu mirada perdida en la oscuridad de tus párpados cerrados y la
distensión de tu cuerpo gozando de armonía, mientras tanto, aquella música sigue sonando. Intento reincorporarme haciendo un gran esfuerzo por separar los
párpados para terminar de enfocar y en silencio contemplarte para luego
culparte por conseguir borrar todo mi sueño y permanecer todo lo que resta del
día, así, desnuda, acurrucada entre las sábanas, amándote, respirándote,
contemplándote…