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ALUNIZAJE

-Según la Real Academia: 

1. Posarse en la Luna. 2. Dirigir un vehículo contra la luna de un escaparate con la finalidad de romperla...

-Según mis cojones: 

Caer duro o caer suave.

Acomodada al pie del precipicio de la vida respirando profundamente y venciendo el vértigo que siempre he tenido, miro hacia abajo, hacia el fin, hacia la meta. Es raro, pero desde acá nada parece tan complicado.

El viento en la cara parece darme un mensaje, las ideas se volvían cada vez más claras, pero me ganaba la determinación. Era el fin, mi misión.

Sentada con los pies colgando al vacío, mientras en mi mente se batía a duelo los miedos, las dudas y mi profundo dolor. Y así permanecí durante horas, incapaz de poner fin al calvario de mi existencia.

El sol se ponía sobre el horizonte, el cielo vestía de gala rojizo, me puse de pie y cubrí mi cara lavándola con las lágrimas que resbalaban y bailaban al son del viento, mis piernas temblaban mientras me esforzaba para mantener el equilibrio y no caer antes de tiempo.

Intento pensar en cualquier cosa que me traiga a la Tierra, veo flamear las sábanas de todas las azoteas, y pienso en las personas detrás de los tendederos, si eran felices con sus vidas, si piensan tanto como yo, que no se pueda vivir con tantos interrogantes, -sonrío- pero lo hago en mis adentros, no quiero traicionar a mi mente exteriorizando nuestras charlas, sería inexplicablemente patológico. El tiempo parece pasar, pero es un engaño, -del tiempo- te distrae mientras pasa ¿y mañana? –mañana será lo mismo.    

Busco en mi infancia, mis padres nunca me abrazaron como yo lo hago cuando amo. Inventé mil historias sobre aquello hasta creerlas, lo cierto es que olvidé todo lo que fue real, anulé cada uno de los recuerdos, sé que aunque siga buscando, nunca los encontraré y sé también que ya estoy grande para que siga boicoteándome el pasado.   

Me siento mejor, tratar de evitar pensar en el dolor y en el pánico, hicieron de mí una astronauta de cartón y crayola, fallé en mi misión de alunizaje, supe que no era el momento y decidí dar un gran paso hacia atrás, burlando las leyes de la probabilidad y arrancándome del alma la última lanza clavada por la vida, supe que nadie más que yo podría decidir sobre mi destino.

Del tiempo y del viento aprendí que estar en el lugar equivocado, en el momento menos oportuno, aun cuando se conjura el miedo y la desesperación, que un minuto es suficiente para cambiar el rumbo de toda una vida.