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MANTRA


No puedo quedarme para siempre, soy un ave, ¿te acordás?

Te quedaste a mi lado esperando a que suceda, observando al personaje que yacía en mí, consiente de no ser bienvenido, tejiendo con paciencia y sabiduría el andrajo de mi soledad. Convenciéndome de la indiscutible reserva de poder que guardan los humanos en su instinto de supervivencia, mi acto siguiente, el rescate: La necesidad de tenerte entre mis brazos encendiendo mi fuego. Luego, la culpa: No estoy preparada para curar mi alma.
Las almas solitarias son insaciables.
Con el tiempo he aprendido a vivir desde quién soy hoy, el pasado no me define, el tiempo hace eso con las personas, baila con ellas en la constante del cambio y sin que te dieras cuenta te convence de que quizás la única verdad de nuestra personalidad es como la estamos haciendo transcurrir ahora mismo.
Es hermoso verte al despertar, aun cuando todos mis sueños están un poco cansados, y la quietud del presente en movimiento me deja atrapada en recuerdos almacenados y todo se siente como si ya lo hubiera vivido y solo estuviera tratando de hacerlo diferente pero, sigue siendo hermoso verte al despertar.
Tengo diferentes mantras, pero hay uno que me repito a diario, el salvador, el que redime mis ansiedades del pasado y del futuro para permitirme -aunque sea por un momento-, disfrutar del hoy:

“Vivo en el presente, todo está bien, estaré bien”