“En
la humanidad nada acaba del todo;
cada
cosa se detiene para volver a empezar”. Yoritomo Tashi
Huimos juntos de la distancia que nos mantenía lejos para volver unidos. Madrugamos para subirnos a esa barcaza a prueba de cobardes, para que en medio del mar, más allá de donde los faros seducen, no hubiera escapatoria.
Nos mecen
las olas, los altibajos, los vaivenes pasados. Nos mecen las certezas, las
ilusiones y las dudas que nos han traído engañados hasta este mar en calma. Nos
mece la vida, saliendo a nuestro encuentro, como ese tibio sol del horizonte
que se alza manchando de luz todo lo que acaricia.
Me mecen los
nervios, la prisa y la calma. Me mecen los latidos que por momentos me delatan,
que por momentos me hacen dudar de si sigo viva. Me mece la esperanza, esa
alegría contenida que ve más allá de donde alcanzan nuestros ojos. Y entre una
madeja de pensamientos, noto que te acercas por mi espalda.
Desviamos la mirada para que no podamos leernos los ojos que, aunque aún no lo hayamos pedido, aunque estemos tan acostumbrados a resistir, que no notemos que las fuerzas a veces nos faltan, aunque todavía no lo imaginemos, y no lo esperemos, a lo lejos comienzan a verse los restos de un naufragio de piedra y sé que ya estamos llegando a la isla desierta, al lugar donde viene a nacer lo nuestro.