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CUANDO LA GLUCOSA ME ABANDONA


Dos segundos y medio duró mi saludo a M que justo pasaba por la puerta de la oficina justo cuando salía y ese fue el comienzo de una pseudocita que duró casi una hora y media. Para los mal pensados les recuerdo que quien escribe está profundamente enconchada con el padre de su futura hija y aclaro que M es mujer, es mayor de edad y tiene mucha plata y tiempo porque el marido se dedica a comprar y vender nosequecosas en el exterior. En fin me invitó a su casa porque se enterneció al verme gorda y embarazada y le agarró como ganas de darme consejitos, consejitos pelotudos acerca de la maternidad que hasta mi hermanita de cinco años puede discernir. Pero ésta gente es así, creen saber todo de todo y se sienten realizados espiritualmente ayudando al mundo con sus ideologías sacadas del canal Cosmo, yo accedí porque con la lluvia el bondi se llena de olor, tenía hambre, frío y necesitaba que alguien me alcance hasta mi casa. Pero fuimos a la suya.
En una casa ajena todo me llama la atención y considero que es sumamente vergonzoso exponer fotografías en el living, la tipa posando en bikini año ’80 apoyada en una roca de Mar del Plata, el marido posando con una servilleta en la cabeza y unas gafas estilo Johnny Tolengo haciendo una mueca que para ellos debió ser graciosa, digo para ellos porque a mi me dio como vergüenza ajena. Por todo lo hasta aquí expuesto aparentemente el tipo sigue igual, es decir, no lo conozco personalmente pero comparando fotografías me da la sensación de que se casaron por conveniencia. Considero que exponer tanta intimidad fotográfica en las paredes de una casa te limita a verte serio, hablar de temas serios y mucho más tomar en cuenta consejos aparentemente serios. En fin o mantenemos las fotos familiares a la vista y no invitamos a nadie, o viceversa. Culminando mí observación mi hambre se acentuaba cada vez más. Necesitaba comer un alfajor, un caramelo un gramo de glucosa que me haga olvidar que mi azúcar en sangre estaba más baja que mi autoestima cuando me veo en ropa interior. (sic) Y cuando creí haber visto lo peor, la veo llegar al living con Coca Cola LIGGGGGGHT!!!!! Pero que mina forra!!! Y entonces fue ahí cuando tuve un dejâ vu, retrocedí en el tiempo y me ví con cuatro años cuando me quedé a dormir en la casa de una tía que tenía unos muñecos viejos con cara de goma, feos, satánicos y mi descontento al llanto de “me quiero ir a mi caaaasaaaa uuuuaaaaaaaaaaaa!!!• Si, fue algo así. Lo recordé todo, especialmente mi promesa de no volver a salir de mi casa para quedarme en casas ajenas. Basta de muñecos viejos, retratos familiares y Coca Colas Light. Me levanté y le dije a M que le agradecía por todo pero que ya se había hecho tarde y tenía muchas cosas para hacer. En fin me alcanzó hasta la puerta, entré a mi hogar, abrí la heladera y me bajé el postrecito que con tanto amor me había comprado mi amor el día anterior. Y fui muy feliz.

Que lindo es estar en casa.